lunes, 24 de agosto de 2009

EL LOCO JARETA, ¡QUÉ BALURDO TIENE EN LA SABIOLA!


¡Qué me importa si tengo que desandar el camino que hice hasta ahora para luego volver a andarlo! ¡Qué me importa si en ese andar transito por otro camino que yo quiera elegir, para andar! Andar no es una virtud, es virtud tomar una posición frente a ese andar. Un andar cualquiera pierde su encanto si se pierden los valores que ayudan a transitarlo
Es así que pienso en aquella oportunidad en que quise tomar uno de los tres trasbordadores espaciales, porque la NASA los había puesto a la venta y quería así volar por los jardines de Palermo, andar por Santa Fe y por Callao. De la misma manera hoy quiero volver a desandar el camino que recorrí, porque me parece horrible. Este camino que he tomado me hace transitar por horrendos momentos de la vida que nunca creí que pudiera franquear. Caminos de muertes, de robos, de secuestros de almas puras, pretendiendo ser destruidas desde la satisfacción de los deseos más bajos del hombre, asesinatos de ancianos indefensos, etc. El hombre está perdido, necesita encontrarse, ya no tiene ilusiones, está destruido porque destruido están sus valores. ¡Hay, del hombre perdido!, del hombre desahuciado, de aquel que se siente acorralado por la pesadumbre, la falta de proyectos, de un futuro oscuro. Este hombre deberá desandar el camino, hallarse a sí mismo, y volver a transitar otro, uno de provecho, de enriquecimiento del espíritu, pues éste se alimenta de valores, de valores que lo enaltezcan. Creo que todos deberíamos tomar ese trasbordador espacial, y volar por el mundo para hallar la dignidad perdida.
En ese tiempo, en el tiempo de mi pretendido viaje en trasbordador, estaba contento, creo que la locura me tenía subsumido en un mundo feliz, que no quiero dejar, porque me proporciona seguridad, estoy protegido. En él me siento jubiloso. Sin embargo tengo que crecer. Soy como un niño viviendo en una edad suspendida en el tiempo, y no quiero prosperar, porque tengo miedo que me hieran, que me quieran destruir. No sé vivir en este mundo así como está, me van a matar, me van a contagiar de locura enfermiza. Porque el mundo está enfermo, es el mundo quien debería estar encerrado aquí, junto a mí. Y, pensándolo bien, es posible que estemos todos encerrados, creyendo ser libres. Dicen que los locos más locos, son aquellos locos que dicen no estar locos. Pero no nos engañemos este mundo no está sano, está dislocado, desconcertado, aturdido; y no lo digo para justificar mi punto de vista, ya que es el punto de vista ¿de un loco?
Hoy todos pedimos seguridad; sí, es el Estado quien debe proporcionarla, pero ¿está capacitado para ello? Si el Estado mismo, que es la misma sociedad organizada, esta introvertido en sus valores más supremos. Ya no cree siquiera en sí mismo. Estamos confundidos, “cabeza abajo”, diría mi abuela. Y frente a este panorama, incluso pedimos la “!pena de muerte”, yo me pregunto, si la pena de muerte servirá para aplacar el odio. ¿Y después qué?, ¿habremos solucionado el problema.?, si es así ¡Adelante con la pena de muerte!, ¡Viva la pena de muerte!, pero ¡Ojo!, ¡cuidado con no matar gente inocente!, bajo el pretexto de ser culpable de un delito que cometió otro que quiera de esta manera cubrirse a sí mismo. Además me pregunto quién de todos los “inmaculados hombres de esta sociedad” tendrá derecho de ser el verdugo que lleve a cabo la ejecución, considerando en primer lugar a los jueces que tenemos, que ya dejaron bien claro el testimonio de su eficiente labor.
¡Madre santa!, ¡en qué embrollo estamos metidos!, ¿por dónde habremos de salir?, ¿Qué ejemplos estamos brindando a los jóvenes del mañana, que no estén desprovistos de un odio procaz y enfermizo?
¿Dónde me puedo meter? ¿Soy culpable de esto también?, me pregunto yo, ¿por qué estoy encerrado aquí, en este lugar, frente a todo lo que está pasando en el mundo exterior? ¿Es justo mi encierro? ¡Quiero mi libertad, pero no la quiero tampoco!. ¡Quiero estar afuera, pero tengo miedo! A esta altura tengo terror, nadie hace nada. La gente aterrorizada se manifiesta en Plaza de Mayo suplicando por seguridad, y el gobierno, unísono habla de adelantos de elecciones. Están sordos, están incapacitados. No saben cómo responderle al pueblo. Y aún así pretenden seguir adelante, callados sin contestar. La palabra inseguridad no existe en sus diccionarios. Sólo la tendrán presente cuando la desgracia los alcance. Bueno, no sé si aún así reaccionarían, pues ya murió un hijo famoso y nada ocurrió. Son figuritas decorativas, marionetas del poder, son los ineptos de turno y, de seguro, también del mañana.



Hey Jareta, pará un poco, te fuiste amigo. ¡Por qué no te caias!, haber si ahora te caian a vos todavía!

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